Es muy significativo

Es muy significativo el hecho de que Jesús haya llamado a nuestra conciencia el "Lugar Secreto". Él desea, como siempre, imprimir en nosotros la verdad de que lo interior es la causa de lo exterior, y no es éste lo que determina las condiciones de aquél. Ni puede nunca un hecho exterior ser la causa de otro hecho exterior.
Causa y efecto actúan de dentro hacia fuera. Esta ley absoluta es fácil de comprender en teoría, una vez que se ha enunciado claramente; sin embargo, en el torbellino de la vida diaria, es muy difícil no perderla de vista.
Estamos constituidos de tal manera que nuestra atención sólo puede concentrarse en una sola cosa a un tiempo, y cuando no estamos deliberadamente atendiendo a la observancia de esta ley, cuando el interés de lo que hacemos o decimos monopoliza nuestra atención, es evidente que nuestros hábitos ya formados van a determinar la índole de nuestros pensamientos. Olvidamos constantemente la obediencia a esa ley absoluta en la práctica, hasta que no nos hayamos ejercitado en su cumplimiento con el más riguroso cuidado. Mientras tanto, siempre que dejemos de cumplirla, aunque fuere por causa de olvido, estaremos expuestos a sufrir el castigo.
De ahí se desprende que nada merece la pena ni tiene verdadero valor, a menos que signifique un cambio de orientación en el Lugar Secreto. Pensad rectamente, y tarde o temprano todo cambiará alrededor en favor vuestro. Pero si nos conformamos con un cambio meramente externo sin cambiar también nuestros pensamientos y sentimientos, no solamente malgastaremos nuestro tiempo, sino que podemos adormecernos con facilidad en un falso sentido de seguridad y, sin damos cuenta, caer en el pecado de la hipocresía.
Desde tiempo inmemorial la humanidad ha mantenido la insensata ilusión de que los hechos exteriores, tan fáciles de captar, pueden sustituir a un cambio interior de pensamientos y emociones, lo cual es de por sí tan difícil. Es muy fácil comprar y llevar vestidos ceremoniales, repetir a ciertas horas rezos aprendidos de
memoria, practicar devociones estereotipadas, asistir a servicios religiosos en períodos determinados y, sin embargo, dejar sin cambio alguno el corazón. Para atar la filacteria necesitaban los fariseos solamente un momento; pero la limpieza del corazón requiere años de oración diligente y de disciplina mental.
Emmet Fox
"El Sermón de la Montaña"