Pedid, y se os dará

Pedid, y se os dará. ¿No es ésta la Carta Magna de la libertad personal de cada hombre, cada mujer, cada niño del mundo? ¿No es el decreto de la emancipación de toda clase de servidumbre, física, mental, o espiritual? ¿Cabe lugar para la llamada virtud de la resignación, tantas veces predicada? El hecho es evidente: la resignación no es de ningún modo una virtud. Al contrario, es un pecado. Lo que condecoramos pomposamente con el nombre bello de resignación es en verdad una mezcla malsana de cobardía y pereza.
No tenemos derecho a aceptar con resignación la disarmonía, de cualquier clase que sea, porque la disarmonía no puede ser la voluntad de Dios. No tenemos derecho a aceptar con resignación la enfermedad, o la pobreza, el pecado, la lucha, la infelicidad, o el remordimiento. No tenemos derecho a aceptar nada menos que la libertad, la armonía, el gozo, porque solamente así glorificamos a Dios, y expresamos Su Santa Voluntad, que es nuestra razón de ser.
Es nuestro deber más sagrado, en el nombre mismo de Dios, negamos a aceptar algo menos que la felicidad completa y el buen éxito y no nos conformaremos a los deseos y a las instrucciones de Jesús si nos contentamos con menos. Debemos rezar y meditar con perseverancia, y reorganizar nuestra vida según los principios de su enseñanza, hasta que logremos nuestro objetivo. No solamente es posible nuestra victoria sobre todas las condiciones negativas, sino que nos ha sido definitivamente prometida en esas gloriosas palabras, que constituyen la divisa de la libertad del género humano: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá."
Emmet Fox
"EL SERMÓN DE LA MONTAÑA, por Emmet Fox"