Un error trágico

...Un error trágico, que cometen muchas personas que son religiosas de una manera ortodoxa, es asumir que la Voluntad de Dios para con ellas debe de ser alguna cosa poco interesante, poco atractiva, si no absolutamente desagradable. Conscientemente o no, consideran a Dios como un maestro implacable, o como un padre puritano y austero. Muy a menudo sus oraciones parecen decir esto: "Dios, por favor, concédeme esa cosa buena que me hace tanta falta -pero no creo que quieras, porque no creerás que eso es bueno para mí." Inútil es añadir que una oración de esa clase tiene la respuesta de todas las oraciones, según la fe del que
ora; porque se recibe lo que se espera. La verdad es que la Voluntad de Dios para con nosotros significa siempre más libertad, una existencia más amplia, mejor salud, una prosperidad más segura, y más oportunidades para servir a otros, -una vida más abundante.
Si uno está enfermo o es pobre, o tiene que hacer un trabajo que no le gusta, si se siente solo o tiene que vivir con personas antipáticas, puede estar seguro de que no está expresando la Voluntad de Dios, y mientras no exprese la Voluntad de Dios, es natural que experimente disarmonía; y es igualmente verdad que, cuando uno exprese la Voluntad Divina, la armonía se restablecerá.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se recogen racimos de los espinos, o higos de los
abrojos?
Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos.
No puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo buenos frutos.
El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego.
Por los frutos, pues, los conoceréis.
(MATEO VII, 15-20)
¿Hay un método infalible por el cual un hombre pueda averiguar la Verdad acerca de Dios, acerca de la vida, acerca de sí mismo? ¿Puede averiguar cuál es la religión verdadera, cuál es la iglesia genuina y cuál es falsa, y qué libros y qué maestros enseñan la Verdad? ¡Cuántos honrados buscadores, confusos y perplejos ante el alboroto de las teologías divergentes y las sectas rivales, han anhelado con todo el corazón poseer la piedra de toque de la Verdad!
¿Hay un cristiano sincero que no se esforzara en conformar su vida a las instrucciones de Jesucristo, si pudiese estar seguro de cuáles son? Toda clase de personas y toda clase de iglesias le dicen que sólo ellas representan la doctrina verdadera, y que es peligroso pasar por alto sus doctrinas y sus disciplinas; y él percibe que estos grupos diversos no están de acuerdo entre sí sobre los puntos esenciales ni de teoría ni de práctica, y que cada grupo a su vez está lleno de inconsistencias ilógicas.
Si en realidad le faltase al hombre un método para discernir la Verdad, se encontraría en un lamentable aprieto, pero afortunadamente, no es así. Jesús, el más profundo, y al mismo tiempo el más directo y más práctico de todos los maestros que el mundo haya conocido jamás, ha provisto lo necesario, dándonos una prueba sencilla y universalmente aplicable. Es una prueba que cualquier persona puede aplicar, en cualquier parte; es tan decisiva como la reacción química que nos muestra enseguida si lo que tenemos en la mano es
oro. Es esta sencilla pregunta: ¿da frutos?...
De, "El -sermón de la montaña. Emmet Fox"